Los estudios realizados por diversas instituciones para medir la polución en Bosnia apuntan todas en una misma dirección: la presencia de gases contaminantes, sobre todo de dióxido de azufre y de dióxido de nitrógeno, multiplica los máximos aconsejables para evitar daños graves a la salud humana. Bosnia-Herzegovina es el quinto país del mundo con una mayor mortalidad per cápita a causa de la contaminación ambiental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En concreto, se estima que cada año unas 3.300 personas mueren de forma prematura —un 9% de la mortalidad total— a causa de la exposición a la contaminación. Las poblaciones de mayor riesgo son mujeres y niños.
Un informe de 2013 elaborado por la ONG en la región de Tuzla, habitada por medio millón de personas, estimó que cada año se perderían a causa de la contaminación 2.875 años en esperanza de vida —incluida la muerte de tres bebés de menos de un año—, se detectarían 187 casos de bronquitis crónica y más de 5.000 menores de edad padecerían síntomas de asma. Aunque las principales dolencias son respiratorias, el documento recuerda que la polución también provoca problemas cardiovasculares, y puede dañar a otros órganos del cuerpo. “Cada familia tiene algún enfermo con problemas pulmonares. En mi caso, mi madre tiene un cáncer de pulmón, y mi hija, con 22 años, padece asma y bronquitis, y eso a pesar de que siempre evitamos que estuviera en espacios con humo del tabaco”, cuenta Sabina Cickusic, una habitante de Tuzla que los días de mayor contaminación en invierno evita salir de casa.
La central de Tuzla no es la única que consume carbón, sino que también lo hacen miles de estufas a las que los bosnios recurren para hacer frente al riguroso invierno balcánico. “Habíamos trabajado para convencer a la población de que abandonara el carbón en favor de pellets [unos cilindros de madera], menos contaminantes. Pero por la crisis energética su precio se ha multiplicado y es prohibitivo para muchas familias. Este invierno será muy difícil”, lamenta Agic, que considera el autoconsumo de carbón el más peligroso. “El consumo de carbón en las casas es el más dañino. En las centrales es posible instalar filtros para que contaminen menos y, en parte, lo hemos conseguido. Con los particulares, no”, apostilla la responsable del Centro para la Ecología y la Energía.
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