Los vegetales muertos se van depositando en el fondo de una cuenca y quedan cubiertos de agua y, por lo tanto, protegidos del aire que los destruiría. Comienza así una lenta transformación por la acción de bacterias anaerobias, un tipo de microorganismos que no pueden vivir en presencia de oxígeno.
En una escala de millones de años se produce un progresivo enriquecimiento en carbono, dada la pérdida de agua y oxígeno; sumado a ello la pérdida de hidrógeno (aromatización). Posteriormente pueden cubrirse con depósitos arcillosos, lo que contribuirá al mantenimiento del ambiente anaerobio, adecuado para que continúe el proceso de carbonificación.
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