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martes, 20 de diciembre de 2022

La cuenta atrás de Javier, el penúltimo carbonero de Madrid: "Vendía 150 sacos en un día; ahora, 20"

Su padre empezó con el negocio en el año 1936 y él lo ha llevado hasta nuestros días. Solo quedan tres carboneros en Madrid, y sufren las consecuencias de la crisis: el precio del carbón también se ha disparado.



Poco antes de las 8 de cada mañana, cuando la ciudad está aún espabilando, José Javier Castro sube la verja de la carbonería que regenta en el madrileño barrio de Tetúan. Solo quedan tres negocios así en la capital -incluyendo el suyo-; tres "dinosaurios", como él los llama cariñosamente. Lleva más de cuarenta años realizando la misma rutina de enero a diciembre, sin vacaciones ni fiestas que pueda guardar porque los pedidos siempre están ahí y "alguien tiene que atenderlos". Su padre montó el negocio en el año 36 y José Javier se unió a él cuando apenas tenía 21 años. Recién llegado de la mili. La crisis apretaba en los años 80 y tuvo que abrazar esta salida.


Levanta los 20 kilos que pesa cada saco sin despeinarse. Uno tras otro los carga en el carro, pum, pum. Y luego a la furgoneta. Su diligencia es elegante, aunque lleve las manos tiznadas. "Esto te metes a la ducha y sale todo, lo prefiero a ser pescadero; el olor del pescado lo llevas toda la vida". Hoy la ruta le llevará primero a Vallecas, después por Avenida de América, más tarde a Plaza de Castilla y a Pitis y, al cabo, "donde salga". Se conoce la ciudad igual o mejor que un taxista y, dentro de la dureza de su oficio, aprecia poder conocer "a tanta gente, al ir a tantos sitios". Y recorrer esos lugares, también lo valora: su oficina es la Comunidad de Madrid entera.




Las cifras del negocio de José Javier han bajado significativamente desde la época boyante del carbón: "Nos llegaban a pedir 100 o 150 sacos al día. Ahora no suele pasar de 20", resalta. Sin embargo, el trabajo hay que sacarlo con más rapidez que en aquellos días, puesto que los horarios de la hostelería han cambiado. "La gente abre tarde, antes podías ir a los bares a las 8, ahora tienes que ir a partir de las 10, y como normalmente a partir de la 1 ya no puedes entrar tienes que repartir en pocas horas". El carbonero madruga sin tregua, algo que acepta también con la misma resignación. El pitido del despertador no le duele salvo cuando llega el cambio de hora: "Lo malo es que ahora te levantas y son las cinco", dice mirando hacia arriba, suspirando un poco.

Porque José Javier también sirve leña, y ahora con la crisis, más todavía: "Se nota en gente que nunca había usado la chimenea, por ejemplo estas casas de la Castellana, que nada más la ponían en Navidad por eso de la cena y la familia y ahora te llaman para encenderla un poco más, porque las calefacciones no las están poniendo como antes; ahora a lo mejor te la ponen de 6 a 10 y quieren tener la casa un poco más caliente". Eso sí, el calor lo paga quien puede permitírselo, porque el precio se ha disparado, tanto el de la leña como el del carbón.

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