El carbón deja un oscuro rastro tras de sí. Su quema genera emisiones de CO2 y la minería subterránea, gas metano (un potente gas de efecto invernadero). Su contaminación se filtra en el agua, la tierra, a través de grietas y hendiduras, aumentando el riesgo de asma, enfermedades cardíacas y cáncer, y causando la muerte prematura de miles de personas cada año. Por ello, si no se acomete su abandono definitivo, su coste será cada vez mayor, y no solo en términos económicos.
Pese al acuerdo de París, algunos gobiernos, en especial en países como China, India, EE. UU. y algunos países del este de Europa, están permitiendo que la industria gaste cientos de miles de millones de dólares para construir nuevas térmicas de carbón. Si los planes actuales siguen adelante, el carbón será responsable del 60% de las emisiones de CO2 en el año 2030.
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